domingo, 13 de noviembre de 2011

Capitulo 52

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Cerré la puerta y me levanté del piso, fue entonces cuando vi a Sam a mis espaldas con una ceja levantada.

Maldición…


—¿Sofi? ¿Por qué sales a gatas?—preguntó Sam frunciendo el entrecejo.


Suspiré decepcionada por mi escapada fallida.


—Es una pequeña larga historia—dije tratando de evitar decirle.

—Tengo un poco de bastante tiempo—dijo alzando una ceja con suspicacia.


Podría haberle mentido, pero no sabía si Alex diría el mismo cuento que yo y no valía la pena arriesgarse.


—Está bien, pero no podemos quedarnos aquí. ¿Damos una vuelta?—pregunté encogiéndome de hombros.

—Vamos—dijo sin detenerse a pensarlo siquiera.

Mientras caminábamos le conté exactamente todo lo que había pasado con Alex, incluyendo lo que me había dicho respecto a que yo le

gustaba y también lo referente a Martin.

No me interrumpió ni una sola vez hasta que terminé de decirle todo lo que tenía que saber.


—Vaya…—dijo, con la mirada perdida en el cielo mientras estábamos sentadas en una de las bancas del parque—Así que finalmente te lo

dijo…

—¿Qué? ¿Lo sabías?—le pregunté perpleja.

—Por supuesto que lo sabía—dijo con una ligera carcajada—. Te apuesto todo mi dinero a que hasta Helen lo sabe.

—¿Qué?—dije confundida. No tenía la más mínima idea de lo que estaba diciendo.

—Sofi, que a ti te gustara Alex no era un secreto para nadie más que para él. Era demasiado obvio, pero no sería yo quien se lo diría.

Y exactamente de la misma manera en que para él no era obvio que te gustara, tú tampoco te dabas cuenta de que tú le gustabas a él.

—Pero, entonces… Helen… ¿por qué?

—Por cobarde—dijo encogiéndose de hombros—. Te diré algo muy en serio. Para todos, y escúchame bien, todos, eres una de las chicas

más hermosas que jamás ha visto la humanidad.


Me ruboricé tanto que Sam se echó a reír.


—Y al parecer tú eres la única que no se da cuenta de lo bella que eres.

—Porque no lo soy—dije obstinada.

—Tengo pruebas. ¿No siempre has tenido más amigos que amigas?

—Sí, pero nada más. Nunca fueron más que amigos.

—Sofi, no seas ciega.


La miré como si estuviera hablando en chino, así que puso los ojos en blanco y continuó.


—Como sea, te estoy explicando porque empezó Alex a andar con Helen. El punto es que así es, eres muy bella y él se acobardó, como

cualquier hombre con menos de quince años y, siendo sinceras, mi hermano siempre ha sido un inmaduro, por mucho que sea inteligente.

Eso me empezaba a explicar muchas cosas.

—Por miedo a quedarse atrás y sin nadie, encontró a Helen, quien lo empezó a engatusar, como hacía con todos los chicos guapos que veía.

Alex nunca se dio cuenta de cómo era ella y sintió algo así como… compasión ¿si me entiendes?

—Sinceramente, no—dije hecha un lío.

Sam suspiró, frustrada.

—Es que la chica ya tenía tan mala fama, que todos la clasificaban de zorra. Alex sintió pena por ella y aceptó ser su novio. Para entonces

ya había ideado algo así como… un plan.

—¿Qué plan?

—Él pensaba que ningún chico tendría el valor de acercarse a ti, porque como ya te dije, todos te ven mejor de lo que tú te ves a ti misma y

se acobardan. Yo le dije que era un tonto al pensar eso pero, como siempre, no me hizo caso y llevó a cabo su “plan” de conquistarte poco a

poco, para así, cuando ya te sintiera ganada, poder terminar con Helen y decirte lo que sentía por ti.

Entonces pasaste a formar parte de la preparatoria. Yo, una vez más, tenía razón al predecir que serías un hit entre todos los chicos.

”Él, una vez más, fue testarudo y pensó que nadie se te iba a acercar. Una vez que se dio cuenta de que no tenías intenciones de regresar a

los “viejos tiempos” como en la secundaría, de pasar los recesos juntos y demás, sintió que debía hacer algo, pero que aún tenía tiempo de

que se le ocurriera algo nuevo, pues solo estabas con chicas.

”El segundo día de clases llegó a la casa y lo primero que me dijo, fue que habías pasado el recreo con un grupo de chicos.

No sé si tú recuerdes una llamada telefónica por parte de mi hermano ese mismo día—dijo sonriendo como si estuviera atando cabos sueltos

que no eran obvios a menos de que tuvieras esa información tan requerida.


Miré a la nada, estupefacta. Ahora todo, todo empezaba a tener más sentido que nunca.

Capitulo 51

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//QUE YO TE AMO SOFI//


Sus ojos se empezaron a humedecer y su labio inferior temblaba.

Lo miré con ojos abiertos como platos y ahora la petrificada era yo. ¿Estaba llorando?


—¿Alex?—dije con voz temblorosa por la tristeza que me provocaba verlo llorar.

Inmediatamente se llevó una mano a los ojos y se limpió las lágrimas.

—No pasa nada—dijo con voz ronca.

—¿Cómo que no? ¿Qué ocurre, Alex?—dije levantándome del columpio y abrazándolo.

—¿Qué no es obvio?—dijo él rompiendo a llorar desconsoladamente. Yo también empecé a llorar sin ninguna razón.

—¿Qué? No te en-entiendo—dije hipeando por las lagrimas.

—Que yo te amo, Sofi—dijo abrazándome.


Me quedé helada otra vez.

¿Qué? Pero… ¿Por qué? ¿Qué está pasando?

En ese momento colapsé, lo último que sentí fueron los brazos de Alex cargándome.


—¡Sofi!—fue lo último que escuché, su voz gritando mi nombre con desesperación…


Abrí los ojos lentamente y con cautela.

¿Fue un sueño?

Sería factible que hubiera sido un sueño tomando en cuenta que la última vez que había soñado con

Alex también me había dicho que me amaba, pero está vez se sentía extraño, porque yo también quería

a Martin.

Me incorporé despacio y me di cuenta que no estaba en mi cuarto.


—Al fin despertaste—dijo la voz de Alex, sobresaltándome.


Estaba sentado detrás de mí, era su cuarto. Seguramente me había llevado ahí después de que me

desmallé.


—¿Estás bien?—preguntó con un suspiro—Te desmallaste.

—Si—dije incómoda—¿Y tus padres, y Sam?

—Aún no están aquí. Solo te desmallaste media hora.

—Ah… ¿Y tú que hiciste mientras?—pregunté sin saber bien que hacer.

—Observarte dormida—dijo desviando la mirada y sonrojándose. Yo también me ruboricé.


Nos quedamos callados, en silencio, un silencio incómodo y que era tan profundo que hacía zumbar mis oídos.


—Sofi, lo que dije es verdad. Te amo—dijo rojo como tomate.

—Lo siento, pero tendré que decir que… ¿solo amigos?


Parecía irónico el estar rechazando al chico que tanto había deseado tan solo unas semanas atrás, pero no iba a lastimar a Martin, porque

lo quería demasiado.


—Voy a destrozar a ese tipo—dijo con rabia.

—¡Alex! ¡Lo prometiste, prometiste que no harías ninguna estupidez!—le recordé enojada.

—Eso no sería una estupidez, hubiera sido mejor que le diera una lección desde que dijo lo que dijo el lunes—dijo, cerrando las manos

en puños.

—¿Por qué harías eso? ¿Qué te ha hecho él?—dije confundida.


Su ira no tenía ningún sentido para mí.


—¡Él…! Él…—comenzó gritando pero se quedo callado al no tener argumento.

—¿Él…?—pregunté un poco irónica, alzando una ceja.

—Eres demasiado joven para tener novio, eso lo convierte en pervertido—dijo frunciendo el ceño— y un pervertido siempre merecerá ser

castigado.

—Alex… no es por ser mala, pero hace un minuto me dijiste que… bueno, que yo te gustaba o algo así—dije, rehusándome a decirlo tal

como era—. ¿Eso no te convierte a ti en pervertido?—le pregunté un poco divertida.


Se quedó callado, tragándose su enfado y sus palabras.


—Estoy celoso ¿ya?—dijo cruzando los brazos sobre su pecho como un niño enojado.

Suspiré.

—Tienes a Helen—le recordé.

—Helen nunca ha sido la persona que yo quería realmente…


No podía evitar sentir un poco de pena por ella, aunque fuera solo muy poca, casi nada.


—No le hagas esto. No te hagas esto a ti mismo—dije mientras me levantaba de la cama y buscaba los zapatos. Seguramente Alex me los

había quitado cuando me acostó en la cama.

—¿Te vas?—preguntó con aprensión.


Lo miré antes de responder. No podía irme tan rápido después de que recién me confesara su amor, seguramente lo lastimaría.


—No, solo quiero ponerme los zapatos—respondí encogiéndome de hombros.

—Están aquí—dijo señalando un sector del suelo que había pasado por alto.

—Gracias.


Me puse los zapatos y volví a sentarme. Otro silencio incómodo en el cuál yo desviaba la mirada y él me veía.


—¿Hoy no tenías planes con Helen?—pregunté tratando de encontrar un tema fácil para rellenar el estresante silencio.


En ese momento llevo su mano a su frente y abrió los ojos de golpe.


—Lo había olvidado por completo—se lamentó.

—Oh-oh—dije bajito—. Creo que será mejor que me marche.

—Sí… a menos de que quieras cambiar de opinión—dijo con la mirada gacha.

—Lo siento Alex, pero las cosas seguirán como están—dije mientras me levantaba de la cama y fruncía los labios.

Suspiró resignado.

—Supongo que solo resta esperar a que terminen—murmuró detrás de mí mientras me acompañaba escaleras abajo.


Sonreí. Recordaba haber escuchado algo muy similar salir de los labios de Hana hace unas cuantas semanas.

Estábamos a unos pasos de la puerta cuando sonó el timbre.


—No puede ser—dije para mí misma.

—¡¿Quién es?!—preguntó Alex con rostro espantado.

—¡Soy yo, cariño!—contestó la voz de Helen.


Genial… pensé con sarcasmo. ¿Y ahora qué? ¿Se abrirá el suelo y me tragará?


—¿Qué es capaz de hacer si me ve aquí?—pregunté preocupada.

—No lo sé… ¿Crees que sea capaz de terminar?

—Es tu novia, no la mía… Dime rápido. ¿Qué hago?

—Será mejor que no te vea aquí a menos que quieras una escenita…

—No, gracias.

—¡Alex! ¡¿Sigues ahí?!

—¡Un momento!—le contestó, luego se dirigió a mí—Rápido, ve a mi cuarto y escóndete.


Corrí escaleras arriba, a su cuarto y mientras lo hacía, me lamente el haberme puesto un short que me quedara flojo, ya que se me caía

mientras corría. Abrí el closet e hice espacio entre las ropas de Alex. Me senté y cerré la puerta corrediza en silencio.

Al otro lado de la puerta podía escuchar como Alex hacía pasar a Helen. No tenía muy buen oído, solamente escuchaba ruidos vagos de

sus voces.

Escuché pasos y me puse tensa. Alguien entró en la habitación cerró la puerta.


—¡¿Sofi?!—susurró con desesperación la voz de Alex.


Abrí la puerta del closet sigilosamente.

—¿Ahora qué?—le pregunté mientras me ayudaba a salir del closet.

—Ni idea. Va a estar aquí un buen rato, el plan de hoy es ver películas—dijo con algo de culpa.

Lo miré preocupada.

—Ahora estoy atrapada aquí…—dije tallándome la cara con las manos, como si eso fuera a aliviar el estrés.

—De verdad lo siento. Debí haberte dicho desde que llegaste, pero la tentación de pasar un día contigo…—dijo avergonzado—Simplemente

lo olvidé por completo.

Lo miré sonrojada.

—Concéntrate. ¿Qué hago? ¿Salgo por la ventana?

—¿Del segundo piso?

—¡Ah! Que lío…

—Podrías bajar mientras vemos las películas, obviamente en silencio y mientras está distraída.

—¿Y cómo sabré cuando está distraída?

—Cierto…

—¡¿Alex?!—gritó Helen.


Escuchamos sus pasos mientras subía las escaleras.

—¡Métete al closet!

Dicho y hecho. Sin una palabra me metí al closet a velocidad luz y cerré la puerta corrediza.

—¿Por qué tardas tanto?—preguntó Helen al entrar en la habitación.

—Es que no encontraba las películas—contestó él con demasiado nerviosismo en la voz. Negué con la cabeza, era malísimo actuando.

—Hm… ¿Qué te parece si… nos quedamos aquí?—preguntó Helen seductoramente.


Mierda. ¡Justo hoy se pone pervertida!


—Hm… Sabes, es que realmente quiero ver esas películas—dijo Alex.

—Anda, solo un minuto…


Y no se escuchó nada más durante los próximos cinco minutos. No pude evitar sentirme irritada, es decir, no podía dejar de quererlo de la

noche a la mañana, pero tampoco podía hacerle algo malo a Martin porque también lo quería. Todo era tan difícil…

Finalmente escuché algo.


—Será mejor que bajemos ya—dijo la voz ronca de Alex.


Sentí calor en mi cuello y mis mejillas solo de pensar que podían haber estado haciendo lo que Martin y yo hacíamos…

Suspiré lo más silenciosamente que pude y esperé a que bajaran. Una vez que escuché sus pasos bajando las escaleras salí del closet y

asomé la cabeza fuera de la habitación solo un poco, para ver en que parte de la casa se encontraban.

Alex estaba poniendo una película en el DVD, y Helen estaba en el sofá doble, dando la espalda a donde yo me encontraba.

Esperé a que la película empezara y se acurrucaran en el sofá.

Dejé que pasara aproximadamente media hora de la película para asegurarme de que realmente le prestaban atención y fue entonces

cuando me quité los zapatos y tomé un cinturón de Alex prestado, ya que si dejaba mi short tan flojo como estaba, me quitaría velocidad al

momento de mi huida.

Empecé a salir de la habitación con los zapatos en la mano derecha y agachada. Sentía un poco de emoción, ya que me recordaba a esas

misiones imposibles de película, una niñada.

Cuando terminé de bajar las escaleras me escondí debajo de la mesa y gateé hasta la puerta trasera.

Una vez que estuve fuera me puse los zapatos y me quité el cinturón, lo deje encima de la lavadora. Caminé por el pasillo que conectaba

al patio trasero con el delantero. Cuando estuve adelante, gateé hasta el portón y abrí la puerta en silencio.

Volteé a ver si se habían dado cuenta. Solo Alex me observaba a través del enorme ventanal, y me hizo un gesto de despedida con el brazo que no tenía rodeada a Helen. Tenía cara de tristeza y se me hizo un nudo en la garganta.


Cerré la puerta y me levanté del piso, fue entonces cuando la vi

a mis espaldas con una ceja levantada.

Maldición…


XXX: —¿Sofi? ¿Por qué sales a gatas?—

#Del odio al amor# Capitulo 2

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CAPITULO 2: HAY QUE JODERSE...


DOS AÑOS DESPUÉS...


Hola a todos y a todas, sí ha pasado mucho tiempo, dos años exactamente des de aquel inolvidable día, ahora tengo quince.

Yo eh cambiado mucho, soy más alta (normal no?xd), más flaca, con el cabello muy largo y sin fleco, mis dos mejores amigas lo siguen

siendo y el imbécil de Justin se cambio de instituto ara un año y medio, no lo veo desde esa fecha.

Mi madre esta muy feliz por que se ha echado novio, se llama Tom, y de momento no se van a casar, dice que tiene un hijo muy educado,

un año mayor que yo, yo no lo he visto pero dice que es muy guapo.

Ahora mismo estamos en vacaciones de verano, estaba recostada sobre el sofá, detrás de el había una ventana con vistas al exterior.

Desde ahí podía mirar como la lluvia se hacía cada vez más fuerte.

No era uno de mis mejores días, estaba triste y no sabía el porqué. Bueno, si que lo sabía. Hoy iba a venir el novio de mi madre y su hijo, y se

quedaría a vivir con nosotras. Tom, me caía mal, a pesar de que apenas lo conocía. Sabía que estaba siendo injusta con él, ya que no tenía la

culpa, pero me daba rabia que mi madre se olvidase de mi padre tan facilmente, ya que él había muerto en un accidente de tráfico hace casi

diez años; solo con recordarlo, un extraño dolor ataca mi cuerpo, oprimiéndome el estómago y acelerándome el corazón.




Cogí un cigarrillo y lo encendí algo nerviosa. Tan solo eran las once de la mañana y mi madre había salido a comprar para “hacerle una

comida especial a Tom”. El timbre sonó minutos después, cuando estaba a punto de apagar el cigarrillo. Me alarmé pensando que podía ser

mi madre, ella no sabía que fumaba, por eso enterré el cigarrillo en una maceta que mi madre tenía encima de un mueble y eché un

ambientador que olía a lavanda por toda la sala.

Si mi madre se llegase a enterar, os juro que me mataba.




Fui corriendo para abrir la puerta, pero detrás de ella no se encontraba mi madre, si no un chico joven, alto y delgado, que estaba mojado de

pies a cabeza.




-Me gustan este tipo de bienvenidas.- dijo escaneando mi cuerpo.




Me miré, y me di cuenta de que tan solo llevaba una camiseta de los Guns n' Roses y unas bragas negras. Fruncí el ceño y volví a mirarlo,

intentando no darle importancia a su comentario.




-¿Y se puede saber quien eres y que haces aquí?- pregunté bajando la vista para ver que llevaba en cada mano una maleta.

-Tu debes de ser Laura- dijo con una sonrisa.- Encantado, me llamo Justin.- extendió su mano para que le diese la mía, pero no lo hice, lo que

provocó en él una mueca de desagrado.

-Sigo sin saber quien eres.- insistí, bastante confusa por su presencia, me recordaba a alguien y no se a quien...

-¿No te habló tu madre de mi?- preguntó extrañado.- Pues que pena.- sonrió e intentó entrar en la casa, pero se lo impedí poniéndome en

medio.

-¿Mi madre?- pregunté de nuevo, sin entender nada de lo que pasaba.

-Soy el hijo de Tom, ¡y déjame entrar de una puñetera vez que me estoy mojando con la lluvia!- gritó, dejando de lado el papel de chico bueno.

-¡¿Qué?! No puede ser.- me quejé.- un momento... TU ERES EL IMBECIL QUE ME ROBO MI PRIMER BESO!!


Él aprovechó la situación para echarme a un lado y así poder entrar, ya dentro se hecho a reír.

Cerré la puerta con fastidio, y me giré para ver como las gotas resbalaban por su cabello oscuro, cayendo al suelo con rapidez, y formando

un pequeño charco.


-Un momento, TU ERES LA FEA? wow chica, si que has cambiado...-dijo mirando-me de arriba a bajo

-Oye, que estás mojando todo.- le dije molesta.- Cámbiate de ropa, o haz algo.

-La culpa es tuya por no dejarme entrar.- se rió, logrando enfadarme más de lo que ya estaba.




Dejó las maletas, que también estaban algo mojadas a un lado, y empezó a quitarse la chaqueta. Observaba atónita como después de tirar

esta al suelo, se quitaba la camiseta, dejando ver un perfecto abdomen. No sabía cual era exactamente mi expresión en ese momento, pero

que se deshiciera del cinturón fue la gota que colmó el vaso.




-¿Qué coño haces?- pregunté sintiéndome incómoda ante la situación, obligándome automáticamente a girarme para no verlo.

-Dijiste que hiciese algo, ¿no?- decía, mientras escuchaba como su pantalón caía al suelo.




Abrió la cremallera de una de las maletas para quitar de ella ropa seca, o eso me imaginaba, ya que mi mirada estaba clavada en uno de los

cuadros que mi madre pintara, y que ahora colgaba de la pared.




-¿Acabaste ya?- pregunté, pero no recibí respuesta alguna.




Volví a girarme para verlo, pero ya no estaba, tan solo se encontraban las maletas tiradas en el suelo al igual que la ropa mojada que antes

llevaba puesta.




-Maldito...- mascullé.




Me adentré en la cocina rápidamente, bastante molesta y enfadada. Allí estaba él, abriendo todos los armarios y cajones que había allí, para

finalmente coger un vaso. Después abrió la nevera y llenó este de zumo de naranja comprado. Lo miré perpleja, observando con detenimiento

su comportamiento.




-¿Y se puede saber donde está tu padre? ¿Acaso no iba a venir a las dos del mediodía?- pregunté ignorando lo que estaba haciendo.

-Si, pero me mandó venir antes para que trajese algunas de las maletas y así te fuese conociendo. Tu madre también estaba de

acuerdo.- añadió.

-¿También estaba de acuerdo?- pregunté con una sonrisa vacilante.- ¿Me estás diciendo que esto es una especie de plan para que nosotros

dos estemos a solas y nos conozcamos mejor?




Justin agarró el vaso y se bebió el zumo de un trago, despreocupado e indiferente. Al terminar me observó para contestarme:




-Si, algo así.

-Perdona si te ofendo,- empecé a decir con ironía.- pero no pienses que tengo ganas de llevarme bien con tu padre, y menos contigo.

-Tranquila, si vine hasta aquí fue por que me obligaron. Yo tampoco estoy interesado en caerte bien.




Me acerqué a una de las sillas que estaban alrededor de la mesa para coger mi bolso, rebusqué en el hasta encontrar una cajetilla de tabaco, cogí un cigarrillo y lo encendí. Esto me superaba.

Justin me miró a los ojos y de nuevo volvió a fijarse en mis piernas. Se acercó a mi lentamente.




-Oye, ¿puedes taparte antes de que acabe violándote?- preguntó sonriendo de lado, me quitó el cigarrillo de la mano y empezó a fumarlo.




Lo observé enfadada, y entonces pude ver detenidamente su cara; tenía los ojos marrones casi como la miel, la tez pálida y el pelo marrón

aún goteando. El humo salía de su boca e iba directamente a mi cara, en sus labios rosados, concretamente el inferior, tenía un piercing en

forma de aro, que por desgracia, le quedaba genial.

Inspiré el humo y di media vuelta para poder ir al segundo piso de la casa. Entré en mi habitación y busqué en mi armario un pantalón pitillo

de color negro y me lo vestí. Cogí el móvil que lo dejara sobre la mesilla y lo guardé en el bolsillo, entonces me fijé en una nota color azul que

había al lado, era de mi madre:




“Cariño, como te dije ayer voy a hacer la compra, vístete, que vas a tener una visita. Se que te vas a enfadar conmigo por no decírtelo, estoy

segura de que te llevarás bien con él, tiene tan solo un año más que tú y es muy buena persona, se llama Justin. Pasarlo bien, volveré pronto.”




-Muy buena persona...- susurré antes de empezar a reírme con fastidio.- Hay que joderse...

#Del odio al amor# Capitulo 1

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CAPITULO 1: IMBÉCIL


Hoy es lunes, mi día favorito de la semana (noten el sarcasmo).

Suena el despertador con la música que antes tanto me gustaba, pero que ahora tanto odio, lo apago de un golpe, me levanto de la cama,

abro las cortinas de la ventana y veo que aun es muy pronto, por que ni siquiera a salido el sol.

Me pongo unos pitillos muy apretados, y una camiseta negra con cositas de colores, me dejo el pelo suelto y me pinto la ralla de los ojos.

Bajo las escaleras poco a poco por que aun estoy medio zombbi, tropiezo y me caigo.


-Aauch-me quejo de dolor

-Estas bien Laura?-Pregunta mi madre asomándose desde la puerta de la cocina

-Cuantas veces te tengo que decir que no me llames Laura, mamá?


Ops, ¿no me he presentado? Mi nombre es Laura, mis amigos me llaman Lau, Lauri, & lo que se inventen.

Soy bastante tímida, & vergonzosa, aunque pensándolo bien, significa lo mismo ¿no? el caso es ese, soy

de estatura normal para mis trece años,no parezco ni un pino, ni un arbusto (como suelen decir mis amigos).

Soy flaca, tengo el pelo marrón ondulado y cortito, también llevo fleco y tengo los ojos azules.

No tengo hermanos-menos mal- me gusta ser hija unica así todo es para mí y no tengo que compartir.

También soy un poquito egoísta, celosa, y mandona, pero solo cuando sacan mi peor cara.

Vivo en una casa con tres habitaciones, una la mía, otra la de mi madre y otra la de invitados.

Mi madre es viuda, mi padre murió en un accidente de coche cuando yo aun era una enana, lo hecho mucho de menos.

Voy a un instituto normal, con seis asignaturas al día, y muchos deberes.

Mis compañeros de clase son unos plastas, somos cuatro gatos, están los empollones, los simpáticos, los tontos,

los pijos y los Imbéciles, que solo es uno.

Yo estoy clasificada en las divertidas, por que me gusta mucho reír, y si es con mis amigas más.

En clase me siento al lado de mis dos mejores amigas, en mesas de tres, ellas son Andrea, que tiene el pelo negro y es mas bajita

que yo, también mas gordita, y Barbara, que es rubia, y mas alta que yo, yo le apodo espagueti, por que esta demasiado flaca o simplemente

la llamo Barbie, por que es igual a una.

En las notas... pues bueno, si esto queda aquí, y no se lo decís a mi madre, no estudio na-da.

Normalmente mis amigas y yo nos lo copiamos unas a otras o nos hacemos chuletas, casi siempre saco bien o notable.

Este año voy a primero de la eso, y tenemos a dos nuevos en clase, uno es el imbécil que os he dicho antes que se llama

Justin, que ha repetido primero y se tiene que joder con nosotros y la otra Sara, mas de lo mismo, aun que ella me cae mejor.

Yo soy como el juguetito de los chicos, siempre me estan soltando frases como ''no tengas vergüenza Lau'' o como ''No te pongas

rojita''... en fín, son muy cabrones, yo como es de suponer, los mando a la mierda.


Sigamos con lo que íbamos...

Voy a la cocina, bebo el baso de leche y bye, bye, casa, Hi, hi, instituto.

Cuando llego, mis dos mejores amigas me están esperando en el banco que siempre nos sentamos, a primera hora toca matemáticas...

(...)

¡Bien! estoy en ultima hora y encima toca alternativa, con esto quiero decir que hacemos lo que nos da la gana, por que la monja no se

entera de nada. La maestra no es monja eh, solo que ese es su apodo por su forma de ser y de vestir.

Los chicos de delante nuestra, han girado las mesas y ahora los tenemos en frente, ellos son el imbécil (Justin), el gilipollas o

cabezón (Dani) y el graciosillo (Jose).

Sinceramente paso de ellos, y me limito a dibujar en mi libreta, jope también se me ha olvidado de deciros-lo, se me da muy bien dibujar,

de más pequeña mi padre me apunto a clases, pero me cansé muy pronto y ya no voy...


-Lau, ¿que has sacado en el examen de mates?-Pregunta Justin con una sonrisa burlona, sabiendo que matemáticas se me da mal.

-Un cinco y medio-Respondo sin entusiasmo

-Muy mal eh, con lo fácil que era-Me responde él

-Yo por lo menos lo eh aprobado imbécil-Le digo enfadada de verdad, siempre me saca de mis casillas

-Oh, lo que te ha dicho prim-Dice Jose burlandose

-Fea-Me insulta Justin, sabiendo que me jode mucho que me lo diga

-Imbécil

-Cabeza hueca

-Gilipollas

-Callate si no quieres que te calle yo-Me amenazó

-Prueba-Le suelto sin pensar lo que estaba a punto de hacer

-Hecho-Dice, y se aproxima lentamente a mi cara, sin esperarme lo me da un beso, allí, delante de todos, mi primer beso, me ruborizo y la

sangre me sube a la cara, sus amigos le chocan las palmas y se ríen. Yo, realmente enfadada por lo que acababa de hacer, me levanto,

le doy una bofetada, y os juro que me dolió hasta la mano de la fuerza que utilicé.


En ese momento sonó el timbre para irse a casa, y desde ahí, no hemos vuelto a cruzar palabra.

sábado, 8 de octubre de 2011

Capitulo 50

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Vi un ligero resplandor a través de mis parpados y me estiré para espabilarme. Bostecé y abracé la almohada una vez más, luego recordé
que debía de hacer ese día, así que abrí los ojos de golpe y miré a mí alrededor.
Estaba claro, pero aún era muy temprano. Miré al reloj, eran las ocho de la mañana. Me había despertado demasiado temprano para ser un
domingo, pero al menos había dormido tan tranquilamente como un bebé.
Suspiré y me levanté.
Me dirigí al baño. Ya le había dicho a mi madre que iba a salir desde el día anterior, así que no me molesté en despertarla.
Me desvestí lentamente en el baño, como si me estuviera preparando para ir a un funeral, y probablemente me preparaba para el funeral de la tan apegada amistad que tenía con Alex hasta entonces.
Me bañé lo más lentamente que pude, pero no me tardé más de cuarenta minutos.
Una vez que me puse la ropa interior, fui al cuarto de mi madre y elegí mi ropa con sigilo, para no despertarla.
¿Qué me puedo poner? Me pregunté a mí misma mientras observaba el closet.
Elegí un pantalón corto color caqui que usaba cuando quería ir a dar una vuelta al parque, porque eran cómodos ya que me quedaban flojos, y una camiseta sin mangas de color café, que también me quedaba floja.
Me miré en el espejo y torcí la boca ante mi imagen. La ropa tan floja me hacía lucir aun más flaca y plana de lo que ya era, así que me quité solo la playera y me puse otra, de color blanco, con mangas por encima del codo, que se ajustaban al ancho de mi brazo y botones que iban del cuello a la mitad del pecho. Me quedaba mucho más apretada, así que ya no me veía tan plana.
Finalmente elegí unos zapatos planos de color café con un pequeño moño rojo en la parte superior.
Bajé las escaleras y le dejé una pequeña nota a mi madre en el comedor:
“Fui a casa de Alex. Te quiero.”
Está vez recordé llevar mi movil, ya que así mi madre al menos no se preocuparía tanto si el tiempo se prolongaba.
Salí de mi casa con las llaves, el celular y el iPod en los bolsillos, también llevaba algo de dinero, aunque planeaba ir caminando para hacer tiempo y prepararme mentalmente.
Era un día de mis favoritos, soleado y con cielo azul, eso me levantó el ánimo.
Me puse los audífonos y elegí una canción de mi iPod.
Canté bajito mientras caminada por la parte sombreada de la acera. Eran muchas calles, pero no me molestó pensar en la distancia porque estaba de buen humor, ya que el día era precioso.
Traté de no pensar mucho en lo que me esperaba para no amargar mi mañana.
Eran las nueve de la mañana y la gente empezaba a aparecer en las calles, en los centros comerciales.
Lamentablemente no tardé demasiado en recorrer el camino a casa de Alex y, cuando llegué a la calle en la que el vivía, los nervios que había estado manejando con mi buen humor repentinamente me golpearon con bastante fuerza, y a cada paso que me acercaba a su casa, más temblaban mis piernas, mi estomago y mis manos.
Finalmente estuve frente al portón de su casa y escuchaba los típicos sonidos de un desayuno familiar, con las voces de su madre, su hermana, su padre y… él.
Tragué saliva.
Debí haber llamado…
Respiré hondo y traté de controlar mis temblores. No había desayunado y tenía un poco de nauseas ahora que estaba tan nerviosa.
OK, es ahora. Tengo que prepararme. Me quitaré los audífonos… o mejor no para parecer despreocupada…
Estaba hecha un lío, así que respiré muchas veces y me armé de valor. Sorprendentemente funcionó y pude relajar más mi postura.
Toqué el timbre y seguí el ritmo de la música golpeando el suelo con el pie.
Entonces se abrió la puerta y toda la relajación que logré conseguir se fue con el fin de la canción que escuchaba.
—¡Sofi!—dijo efusivamente la voz de Samantha (la hermana mayor de Alex).
—¿Qué hay, Sam?—pregunté con una sonrisa mientras me abrasaba.
—Hace tiempo que no te veía. No has cambiado nada, sigues igual de flaca que siempre—dijo mientras se echaba a reír
—¿Y tu estas más alta?—pregunté haciendo una broma a su estatura, ya que media uno ochenta y me sacaba una cabeza.
—Muy graciosa—dijo alborotando mi cabello.
Me tomó de la mano y me hizo pasar a la casa.
—Miren quien está aquí—anunció cuando estuvimos en el comedor.
Todos me miraron y yo saludé moviendo la mano.
—¡Sofi!—dijo Alex, quien fue el primero en reaccionar con una sonrisa que me habría hecho suspirar si no hubiera estado tan nerviosa.
—Hola—dije mientras me acercaba para saludar a su familia.
—¿Dónde te habías metido, niña?—preguntó su mamá alegremente mientras me abrazaba.
—Debajo de una roca—bromeé.
—¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó Alex cuando le di un beso en la mejilla para saludarlo.
—Quería pasar un fin de semana de amigos, ya sabes, como los que teníamos cuando estábamos en la secundaria—dije con algo de culpa,
pero no podía decirle la verdad en frente de su familia.
—Que bueno que viniste—dijo sonriendo.
—¿Desayunaste ya?—me preguntó su padre.
—No, pero no se molesten—dije adivinado que me iba a invitar a desayunar con ellos.
—Por supuesto que me molesto. Trae un plato de la cocina, Sam.
—Ya voy.
—Gracias—dije mientras tomaba asiento junto a Alex.
Tomamos el desayuno mientras conversábamos.
—Y no viniste a mi fiesta de cumpleaños—dijo Sam, culpándome en broma.
—Lo siento, es que ese día tuve otros planes—dije frunciendo la boca.
—Si, me enteré—dijo mirando a Alex con cara de saber algo muy gracioso.
Él le lanzó una mirada envenenada y luego cambió el tema sobre un partido de futbol que había visto el sábado.
Cuando terminamos el desayuno, la familia de Alex retomó sus actividades.
Sus padres iban a hacer las compras y llegaron unos amigos de Sam, lo que nos dejó solos a Alex y a mí.
—Nos vemos en unas horas—dijo su madre al salir de la casa—. Si les da hambre, hay sándwiches en el refrigerador. Adiós.
Entonces se cerró la puerta y unos segundos después se escuchó como el auto se encendía y se alejaba.
—Así que… ¿Qué quieres hacer?—preguntó Alex.
Noté una nota de nerviosismo en su voz mientras hablaba.
—¿Qué te parece si salimos a dar una vuelta en el parque?—pregunté mientras me levantaba del sofá y le daba la mano para ayudarlo a
levantarse del suelo.
—Está bien.
Salimos y caminamos hasta el parque más cercano, que estaba a dos calles.
Cuando llegamos me senté en uno de los columpios que había, pero él, en lugar de sentarse conmigo, tomó mi cintura y me empujo con
delicadeza en el columpio para que me meciera.
Di un brinquito por la sorpresa del gesto, así que se rió de mí. También me eché a reír después.
—Alex…—dije después de un minuto, cuando al fin me decidí a hablar—Tengo que hablar contigo.
—Lo sabía—dijo, parando el columpio y luego sentándose en el que estaba a mi lado izquierdo—. Sabía que había algo.
—Mira… Emm… No sé por dónde empezar—dije con sinceridad y escondiendo mi mirada.
—¿Por qué no empiezas por el principio?—dijo con media sonrisa.
—Intentaré—dije cerrando los ojos y tomando una gran bocanada de aire—. El asunto es que… Espera.
—¿Qué?
—Promete que no vas a hacer ninguna estupidez—dije mirándolo con severidad.
Él me miró desconcertado y después con preocupación.
—Me estas asustando. Dime ya.
—Promételo—dije sin pasar por alto que aún no lo había hecho.
—Sí, sí, sí…
—No, di que lo prometes—dije cruzando los brazos sobre el pecho con obstinación.
Suspiró.
—Lo prometo—dijo entornado los ojos—. Por favor, dime antes de que me mate la curiosidad.
Lo miré recelosa, pero suspiré y continué…
—Lo diré sin rodeos…
Me quedé callada.
—¿Si?—dijo al ver que no decía nada. Se escuchaba la desesperación en su voz.
—Martin y yo somos novios—dije rápida y simplemente, con tanta tensión que me dio un calambre en un pié, pero no reaccione,
aguanté el dolor y me quedé mirando el suelo.
No hubo respuesta, así que levante la vista para mirar su cara. Se había quedado petrificado, como estatua, mirando mi rostro pero sin
verlo realmente, con la vista desenfocada.
Me quedé callada, tenía miedo de hablar…
Después de cinco minutos de silencio al fin dijo algo:
—¿Qué?
¡Por Dios! Se queda callado media hora y lo primero que dice es “¿Qué?”. ¡Es “¿Qué?”!
—Lo que escuchaste—dije reacia a repetirlo.
Sus ojos se empezaron a humedecer y su labio inferior temblaba.
Lo miré con ojos abiertos como platos y ahora la petrificada era yo. ¿Estaba llorando?
—¿Alex?—dije con voz temblorosa por la tristeza que me provocaba verlo llorar.
Inmediatamente se llevó una mano a los ojos y se limpió las lágrimas.
—No pasa nada—dijo con voz ronca.
—¿Cómo que no? ¿Qué ocurre, Alex?—dije levantándome del columpio y abrazándolo.
—¿Qué no es obvio?—dijo él rompiendo a llorar desconsoladamente. Yo también empecé a llorar sin ninguna razón.
—¿Qué? No te en-entiendo—dije hipeando por las lagrimas.

Capitulo 49

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En seguida nos separamos y alisamos nuestras ropas.
—Nos vemos—le dije dándole un último beso rápido en la mejilla. Él estaba tan sonriente que no pude evitar soltar una pequeña carcajada.
—Sueña conmigo—dijo antes de que cerrara la puerta.
—Y tú conmigo—le contesté al tiempo que cerraba.
Tenía ganas de dejarme caer en el suelo como siempre hacía, pero en lugar de eso me dirigí hacía donde se encontraba mi mamá.
—Aquí estoy—le dije cuando la vi sentada en una de las sillas del comedor.
—Ah… Hm… Ven, siéntate conmigo—dijo con nerviosismo.
¡Está nerviosa! No por favor, que no sea lo que estoy pensando…
—¿Qué ocurre, mamá?—pregunté con fingida tranquilidad.
Suspiró antes de responderme.
—Seré directa. Tenemos que hablar de algunas cosas.
—¿De qué tipo de cosas…?—pregunté acobardada.
—De las que van relacionadas con tener novio, de ese tipo—dijo con voz más firme.
Sí, sí es lo que pienso…
—Ah… ¿Y qué es lo que me tienes que decir?
—Bueno, tú sabes que el tener una relación implica responsabilidades ¿no?
—Mamá… ve al grano ¿quieres?—dije, queriendo zafarme de eso más que nada en el mundo.
—Está bien, ya sabes a lo que voy ¿verdad?—preguntó mi madre tallándose la frente un poco más tranquila.
—Sí, lo sé—le dije bajando la mirada, avergonzada.
—Está bien, entonces al grano. Solo no tengas sexo y si lo tienes, por favor, por favor… protégete ¿sí?—dijo rápidamente.
—Sí.
—Promételo—insistió.
—Lo prometo. ¿Me puedo ir?—dije incómoda.
—OK. Cumplí con mi trabajo de madre, ya vete—dijo aliviada.
Me levanté de la silla a toda prisa y me fui a mi cuarto corriendo. Al cerrar la puerta, hice lo que tanta falta me hacía: desplomarme en el suelo
después de un día increíble.
Me quedé un momento sentada, después me levante y fui por mi pijama. Era temprano para irse a dormir, pero me sentía tan cansada
que no me importó.
Una vez que tuve mi pijama puesta y me hube lavado los dientes, me acosté en la cama, pero no podía relajarme algo me hacía falta.
Telefonea a Rachel… me dijo la voz de mi cabeza.
Claro, eso era lo que tanta falta me hacía, tenía que contarle ates de que pasara más tiempo.
Tomé el teléfono que se encontraba en la mesita de noche que estaba al lado de mi cama y empecé a marcar, pero sonó el teléfono.
Era ella, casi como si la hubiera llamado con la mente. Sonreí ante la coincidencia y contesté.
—Hola, Rache—saludé antes de que ella pudiera hablar.
—Sofi, hola—dijo mi amiga con entusiasmo.
—Estaba a punto de llamarte ¿sabes?
—Supongo que me extrañas tanto como te extraño yo—dijo con una risita.
—Así es, además han sucedido muchas cosas este fin de semana—le dije casi sin poder creer que todo había sucedido entre el viernes
y el sábado.
—A ti siempre te sucede algo interesante a cada rato—dijo ella con un suspiro
—En fin… Tengo buenas noticias.
—¿Buenas noticias?
—Oh, sí. Muy, muy buenas noticias—susurré con voz misteriosa.
—¿Tiene que ver con Alex?—preguntó tratando de adivinar.
—Nop, tiene que ver con Martin…
—¡Ya dime, me vuelves loca!—dijo después de que prolongué el silencio para hacerla de emoción.
—Ya es mi novio—dije abrazando a la almohada y dando vueltas por toda la cama.
—¡NO!
—¡SÍ!
Nos pusimos a gritar como locas y luego nos echamos a reír.
—¿Eso quiere decir “Au revoir, Alex.” Y “Bonjour, Martin”?
—Exacto—dije casi sin poder contener mi felicidad.
—Oh, Dios. ¿Y Alex ya lo sabe?
—Ese es el detalle…
—Oh-oh… No lo va a tomar nada bien—dijo Rachel.
—Sí, lo sé.
—Solo hace falta recordar cómo lo tomó el lunes. Por lo que me contaste, no fue nada buena su reacción cuando Martin les dijo a todos lo
que sentía por ti.
—Por lo mismo no voy a exponer a Martin ni a Alex a una pelea. Mañana voy a ir a su casa, ya sabes, para soltarle la bomba—dije lo más
decididamente posible.
—Tienes miedo ¿verdad?—me dijo, escuchando a través de mi decisión, el miedo que emanaba mi voz.
—Me conoces muy bien.
Suspiré.
—No te preocupes, No creo que sea capaz de enojarse contigo.
—Quizá tienes razón—dije tranquilizándome un poco.
—Relájate y cuéntame cómo es que sucedió que tú y Martin se volvieron novios—dijo más emocionada—. Con detalles sucios.
Me reí un poco avergonzada, pero proseguí.
—Pues, todo comenzó el martes. ¿Recuerdas que hablé con él y te comenté que en realidad era más maduro de lo que pensaba…?
Le conté absolutamente todo lo que había ocurrido desde el viernes, cuando fuimos al café, hasta el momento en que le llamé.
Y fui bastante explicita en los “detalles sucios”, a los cuales ella respondía con risas escándalos y sonidos de sorpresa.
—¿O sea que os quitaisteis las camisetas?—dijo atónita a través del teléfono cuando termine de contarle todo.
Ella era de esas personas a las que no les gustaba interrumpir un relato, por eso siempre esperaba al final para las preguntas.
—Si lo dices tú suena aún más pervertido—dije sonrojándome, aunque obviamente ella no podía verme.
—¡No puede ser! Es que, todo ha sido en tan poco tiempo…
—Y a mí me ha parecido tanto tiempo—dije con un suspiro.
—Las cosas salen muy naturales con Martin ¿eh?—dijo con tono socarrón
Me eché a reír.
—Me da mucho gusto por ti. Espero que todo vaya como hasta ahora, pero no se pasen de pervertidos, o si no Martin me va a
conocer—dijo como si fuera mi mamá.
—Cálmate. Él me respeta—dije con ganas de echarme a reír por su tono tan maternal.
—De acuerdo, de acuerdo. Bueno, ahora si creo que es tarde—dijo Rachel repentinamente—. Llevamos tres horas hablando por teléfono.
Me fije en mi movil, que estaba sobre la mesita de noche. Eran las nueve con quince minutos.
—Sip, es bastante. Supongo que nos vemos pronto—dije con renuencia a despedirme.
—Ven a mi casa el próximo fin de semana—me dijo antes de colgar—. Si quieres invita Martin.
—Es una buena idea. Veré—dije sonriendo.
—OK. Nos vemos.
—Sip. Adiós.
Colgué el teléfono y me puse una almohada en la cara.
No puede ser tan malo… pensé desconsoladamente, intentando aplacar mis miedos sobre lo que me aguardaba al día siguiente…

Capitulo 48

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—Claro—dijo con sarcasmo, después se dirigió a Martin—. Entonces vas a la escuela con Sofi ¿no?
—Sip—contestó él con naturalidad—. Estamos en el mismo grupo.
—Ya veo—dijo mi madre—. Se hicieron amigos muy rápido, por lo que veo, pero no me sorprende tanto sabiendo lo parlanchina que es ella,
aunque últimamente ha cambiado. Se ha vuelto mucho más seria.
—Sí, es bastante seria, pero si se le da la oportunidad sabe divertirse—dijo Martin mirándome con complicidad.
—No soy tan seria—dije mientras engullía espagueti a toda velocidad.
—Por favor, sírvanse algo de espagueti antes de que ella se lo termine—dijo mi madre con ojos muy abiertos al ver como tragaba espagueti.
Martin y Sofía se echaron a reír y se sirvieron.
—He notado que últimamente han salido mucho juntos—dijo mi madre después de que todos ya habían comenzado a comer.
Estaba tomando agua, y al escucharla decir eso me empecé a ahogar, así que Martin me dio palmaditas en la espalda. x)
—Estoy bien—logré decirle.
—Suficiente—dijo mi madre frunciendo el entrecejo ya con bastante sospecha—, cuentamelo ya.
Puse una cara de dolor y sorpresa involuntaria, sentí mis manos sudorosas y el corazón a punto de salirse de mi pecho.
Respiré hondo varías veces seguidas antes de poder contestarle.
—De acuerdo—dije para mi misma, después proseguí con voz quebrada por el miedo a lo desconocido—. Mamá… Martin es…—tragué
saliva—Martin es… mi novio.
Cerré los ojos esperando una explosión, pero no ocurrió nada, así que los abrí para ver su expresión.
Tenía una sonrisa de aquellas que dicen un “Ya lo sabía” o un “¿Eso era todo?”.
Suspiré aliviada.
—Te pusiste muy nerviosa—dijo mi madre cuando empezó a carcajearse por todo lo que había sufrido hasta que se lo dije—. En fin chicos,
muchas felicidades, supongo.
—Gracias—dijo Martin con voz divertida.
—No puedo creerlo—dijo, maravillada—, es decir, ya lo sabía, me lo imaginé desde que Sofi empezó a actuar así de nerviosa, pero jamás
pensé que llegaría este día.
—¿Desde cuando lo sabías exactamente?—le pregunté a mi madre, sorprendida.
—Desde que cruzaste esa puerta, cariño—dijo divertida.
—Es que necesitaba preparación para poder actuar menos nerviosa—dije frunciendo la boca—. Pero entonces… ¿no estás enfadada ni
nada por el estilo?
—¿Por qué tendría que estarlo?—preguntó ella alzando una ceja y con media sonrisa.
—¿Eso quiere decir que sí puedo salir con Martin?—pregunté estupefacta.
—Tendremos que discutir ciertos puntos después, pero tienes mi permiso, si es lo que tanto te preocupaba—dijo mi madre encogiéndose
de hombros.
Una sonrisa empezó a extenderse por mi rostro, entonces miré a Martin, quien a su vez me miraba a mí.
—Debo decir que haceis muy bonita pareja—dijo mi madre sonriendo con ternura.
—¿Verdad que sí?—dijo Sofía repentinamente entusiasmada—Sobre todo porque ambos son tan lindos.
—Tú sí me comprendes—dijo mi madre mirando al cielo, como si estuviera dando gracias—. Mil veces le he dicho a está niña lo bella que
es pero es muy tímida en ese aspecto.
—Lo sé, pero es tan tierna cuando está avergonzada—convino Sofi.
—Dejad de hablar de mí—me quejé.
Todos se echaron a reír, así que yo, avergonzada, me levanté de la mesa con mi plato vacio para llevarlo al fregadero.
—Con permiso—escuché decir a Martin entre las pláticas de mi madre y Sofía.
—Adelante—dijo mi madre.
En ese momento Martin cruzó la puerta de la cocina y yo me recargue en la barra.
—No fue tan malo—dijo, poniendo los trastes en el fregadero y después acercándose a mí para abrazar mi cintura.
—Pues no, no lo fue en absoluto—dije, abrazándole el cuello.
—Tú estabas tan preocupada—susurró mientras acercaba su rostro al mío con intención de besarme.
—Tenía mis motivos—dije cerrando los ojos y acortando la distancia que separaba nuestros labios.
Empezamos a besarnos suavemente, pero pronto su boca bajó hacia mi cuello y sus manos encontraron un camino en mi espalda baja,
dentro de mi blusa.
—Mi madre está en el comedor—susurré en su oído, mientras mis brazos se apretaban alrededor de su cuello aún más.
—Hm… Creo que se enfadara si nos ve así ¿verdad?—dijo, soltando su aliento en mi cuello, acariciándolo con sus labios, lo cual hizo
que se me pusiera la piel de gallina.
—Exactamente—dije, separándome de él para poder controlarme a mi misma.
Él soltó una risita y asintió.
Regresamos al comedor, donde mi madre y Sofía ya habían terminado su comida. Mi madre se levantó y tomó los trastos vacios que
quedaban sobre la mesa.
—Gracias por la comida—dijo Sofia .
—No hay de que—contestó mi madre desde la cocina.
—Entonces, supongo que nos vamos—dijo Sofía—me gustó mucho conocerte, Sofi.
—A mí también, Sofia—dije acercándome a ella para darle un abrazo de despedida.
—Hasta luego, Rebeca—dijo Martin en voz alta para que mi madre escuchara desde la cocina.
Sofía también se despidió de mi madre en voz alta.
—Adiós, chicos. Espero verlos de nuevo aquí muy pronto—contestó mi madre.
—A Martin seguro lo tendrás aquí casi a diario—dijo Sofía, pero en voz baja y sonriéndome.
Le devolví la sonrisa y los acompañé a la puerta.
—Yo me adelanto a la casa. Despídanse como debe de ser—dijo Sofía guiñándole un ojo a Martin.
Me ruboricé, pero no dije nada.
—Te amo, nena—dijo Martin abrazando mi cintura—. Nos vemos mañana.
—Recuerda que mañana visitaré a Alex…
—Maldición. Entonces dame una buena dosis de besos para no extrañarte tanto hasta el lunes.
Me eché a reír, pero me fije si mi madre no nos veía y cerré la puerta detrás de mí. Cuando lo verifiqué, abracé su cuello y le planté un
beso casi con rudeza.
Él correspondió a mi intensidad y me apretó más la cintura, levantando mis pies del suelo sin cargarme. Mordí su labio y él me beso con
más fuerza.
—¡Sofi! ¿Estás afuera?—preguntó mi madre desde el interior de la casa.